La adolescencia, esa etapa de la vida por la que todas y todos hemos pasado, o pasaremos en algún momento, y que siempre quedará en nuestra memoria, las nuevas experiencias que vivimos, las amistades, la diversión, las preocupaciones… Etapa de cambio y desarrollo personal, marcada por los visibles cambios físicos y por la progresiva e inminente toma de responsabilidades de la propia vida, que pasa por la toma de decisiones que marcarán nuestro futuro: ¿dónde me veo en el futuro? ¿cómo? ¿haciendo qué? ¿con quién? ¿qué esperan de mí? ¿qué espero yo de mí? ¿estoy preparada/o para ello?
La sociedad nos exige que respondamos todas estas preguntas, que decidamos nuestro camino, estudiemos, consigamos trabajo, nos independicemos… y en los tempos y condiciones que ella marca… además de descubrirnos a nosotras mismas, quién somos, cómo nos posicionamos en el mundo y en relación con él.
Si a esto le añadimos el cada vez más complicado e inaccesible mundo laboral, incluso para las personas con estudios universitarios, inglés, alemán y francés, y que la gran mayoría de empleo disponible es en trabajos precarios en condiciones y sueldo, el resultado es una situación extremadamente compleja, en la que es fácil caer en la frustración y el pesimismo.
A pesar de ello, a Avança llegan continuamente jóvenes de entre 14 y 18 años que, por el motivo que sea, abandonaron sus estudios, y que quieren retomarlos, o entrar en el mundo laboral.
Con esta motivación, como me cuentan Mati y Oleguer, los referentes del proyecto, es con la que trabajan desde el principio, orientando los esfuerzos de los y las jóvenes y acompañándolos en el desarrollo de habilidades y competencias que les sean de utilidad a la hora de entrar en el mundo laboral y/o educativo.
Gran parte de la población del barrio de La Mina es de origen gitano, cultura que ha convivido con unas dinámicas sociales particulares y que, hoy en día, están en proceso de cambio. Los trabajos a los que se ha dedicado hasta ahora ya no son rentables, algunos han desaparecido y otros han sido absorbidos por la globalización. Esto está llevando a un cambio en cuanto a proyección de vida, que cada vez más se encamina al mundo académico. Actualmente, como afirma Oleguer “a nivel de entorno social, familiar, de amistades, hay muy pocos referentes que tengan por ejemplo una vida laboral a través del estudio”. Sin embargo, cada vez son más las familias que “empiezan a apostar porque acaben la ESO, porque sigan estudiando, a parte de que luego puedan compaginarlo con formar una familia” observa Mati, y los y las jóvenes que ya “vienen con la idea de que con unos estudios, cortos, largos, reglados, no reglados, pueden llegar más lejos” añade Oleguer.
Los y las jóvenes que se acercan a Avança muchas veces vienen de la mano o por recomendación de un/a amigo/a o de un/a familiar, y a la hora de hacer los acompañamientos, como me explican Mati y Oleguer, se adaptan a las necesidades y el momento de cada joven. Lo general es que se haga de manera individual, pero en las primeras sesiones sobre todo, o si lo necesitan el resto del proceso, lo pueden hacer en parejas o en grupos pequeños, buscando que en ningún momento se pierda el trabajo adaptado a cada una/o de ellas/os.
Lo más importante es el vínculo de los chicos y chicas con sus referentes, ya que serán las personas a las que acudan cuando tengan alguna duda o quieran hacer algo y no sepan cómo exactamente. “Lo que intentamos es estar siempre ahí” apunta Mati.
El primer paso en un acompañamiento es el de presentar la realidad tal cual es al o la joven, que él o ella mismo/a evalúe los requisitos y condiciones que se va a encontrar a la hora de retomar sus estudios o buscar trabajo, como hacer una prueba de acceso o tener, como mínimo, el título de la ESO. A partir de ahí, son ellos y ellas las que valoran sus posibilidades y establecen sus objetivos a conseguir. “Intentamos que sean ambiciosos” declara Mati.
En este punto puede haber un choque, como reconoce Mati: “¿y si me formo pero voy a cobrar 900 euros? (…) y el esfuerzo que hago no es recompensado”. Es por ello que una de las capacidades que más se trabajan es la tolerancia a la frustración. La velocidad de la vida actual y la necesidad de inmediatez que de ella se deriva hace que este trabajo sea esencial. No se puede tener todo aquí y ahora, todo necesita de un proceso, más o menos largo, y muchas veces nada fácil. “Intentamos transmitir eso, que es duro, que cuesta, pero que se tiene que seguir pa’lante, que no caigan a la primera de cambio” afirma Oleguer. Frustración a la que Mati y él mismo también se han de enfrentar en su día a día, en referencia las expectativas y objetivos que se marcan con los y las jóvenes, y en la petición y negociación de salidas, charlas, formaciones, etc. con las diferentes empresas y entidades, del barrio y fuera de él, con las que colaboran.
A partir de ahí, la labor de los referentes es la de facilitar las herramientas y el acceso a experiencias de éxito: formaciones, salidas culturales, visitas de conocimiento de alguna empresa y cómo es el trabajo allí. Es importante que vayan a servicios o formaciones fuera del barrio, para promover y perder el miedo a moverse, a salir del barrio. Romper barreras que para las que estamos acostumbradas a ir de aquí para allá, cambiando y moviéndonos de manera más o menos ágil entre diferentes contextos, pueden parecer insignificantes, “salir cuatro calles, o cuatro paradas de metro, no ir a Reus o a Tarragona, no” ejemplifica Oleguer.
Muchas son las anécdotas que me cuentan Mati y Oleguer sobre algunas de estas salidas, que son una muestra de lo que para los y las jóvenes significan y lo que de ellas aprenden.
“Recuerdo un día que fuimos al Museo Nacional de Cataluña y… han pasado por Plaza España más de una vez, pero no sabían que hay unas fuentes allí, y que hacen espectáculos por las noches en verano y dicen: ¡ah, pues podríamos venir una noche a verlo!” rememora Mati cuando le pregunto por las salidas culturales.
“Se relacionan con otro tipo de población y salen, y tienen expectativas que a veces se rompen. Nos pasó con dos chicas que han ido a hacer un curso de formación de “llevadora” de infancia con discapacidad, y era muy divertido, porque venían de Barcelona diciendo: ¡oh!, es que el primer día que llegamos alucinamos con la gente, porque llevaban el pelo azul… pero son muy majos. Claro, todos tenemos prejuicios, unos hacia unos y los otros hacia los otros. Romper esto es importante” manifiesta Mati. “Y va bien, porque en un futuro a la hora de buscar trabajo lo más seguro es que no sea dentro de las cuatro calles de La Mina. Y si el otro se peina así o asao, o habla así o asao, el ver que no pasa nada, que son diferentes pero no hay ningún problema” añade Oleguer.
Una figura que Mati y Oleguer consideran muy importante es la de la persona referente, jóvenes del barrio que hayan conseguido su objetivo y estén estudiando lo que querían, o trabajando, y que con su experiencia inspiren, motiven, aconsejen y sirvan de ejemplo a las y los jóvenes que se encuentran en el proceso de toma de decisiones, por el que ellas y ellos pasaron meses o años atrás. Hoy en día hay chicos y chicas haciendo este papel, y esperan que el número aumente de aquí en adelante.
A pesar de su breve andadura, pues el proyecto se creó hace apenas 3 años, su mirada y sus expectativas de cara al futuro son ambiciosas.
En definitiva, se trata de acompañar sin juzgar “ya los juzgan bastante fuera” afirma Oleguer, y desde la confianza en ellas y ellos, en sus posibilidades y capacidades para conseguir aquello que se han propuesto. Como recalca Oleguer, se trata de “creer en nosotros (Mati y él mismo) y en ellos”. No es tanto que empiecen unos estudios o a trabajar, sino que se conozcan a sí mismos/as, que sepan lo que quieren, qué buscan, que ganen competencias. “Son jóvenes de 14-18 años, que tienen sus dudas, no saben qué hacer (…) que se enamoran, se desenamoran, tienen problemas en casa, las hormonas arriba y abajo…” subraya Oleguer.
El fruto de todo este esfuerzo en generar vínculos con los y las jóvenes lo observo cuando ya me estaba despidiendo de Mati y Oleguer, y llegan dos chicos. Uno de ellos había pasado por el proyecto, y estaba acompañando a su primo, que necesita ayuda en la búsqueda de trabajo. Es agradable ver la cordialidad y el respeto en la relación de este chico con quienes fueron no hace mucho sus referentes, y los resultados de un trabajo bien hecho, que se ven reflejados en la confianza y recomendación de los y las propios/as jóvenes a sus amigos, amigas y familiares.
Sin duda conocer el proyecto Avança y a sus referentes ha sido una gran experiencia, y me quedo con las ganas de conocerlo más a fondo, hablar con los y las jóvenes, o acompañarlos a una de estas salidas culturales. Espero que en unos años, cuando recuerde estos meses de conocimiento de La Mina y de su gente, busque información y encuentre los grandes resultados que sin duda este proyecto habrá conseguido y cómo ha evolucionado su papel y labor en el barrio a lo largo del tiempo.