“Así va el barrio” :: 10/12/2007

La Educación y el fracaso escolar hoy y aquí.

Son muchos los temas de los que nos gustaría hablaros desde la Plataforma. Pero dada la difusión social que ha tenido y aún sigue teniendo en la prensa y la televisión el tema del fracaso escolar aquí en nuestro país, tanto en Cataluña como en España, hemos pensado aparcar otros temas y tratar sólo de esta cuestión.

Este tema no es nuevo:

. Hace más de 50 años, cuando yo era un alumno de Bachillerato, los españoles que accedíamos a la universidad sólo éramos un 5 % de la población.
. España tenía escolarizados sólo un 60% de los niños y niñas, que los ponían a trabajar sin haber pasado casi por la escuela. Y de eso dan fe muchos vecinos y vecinas de nuestro barrio.
. Hace 30 años, cuando yo ya trabajaba de profesor, de los 12 a los 14 años, muchos chicos y chicas dejaban la escuela. Ya se hablaba del famoso fracaso escolar.
. Ahora ha vuelto a saltar a la palestra con tintes de desastre nacional a partir de un estudio de la Fundació Bofill y del Informe PISA.

Los de la Plataforma siempre hemos creído que el tema es importante.
Creemos que es muy positivo que la sociedad hable de educación. Una sociedad que se aprecia a sí misma debe hacer siempre más esfuerzos para mejorar la educación de sus niños y jóvenes. La educación es la mejor herramienta que tenemos para conseguir una sociedad armónica, cohesionada y próspera. Pero creemos que hay que plantearlo de otra manera, porque no hay nada peor para solucionar un problema real que plantearlo mal. Por ejemplo, yo siempre me he preguntado, como profesional de la educación, si estamos delante de un fracaso escolar o delante de un fracaso de nuestra sociedad.

Porque la educación no es una responsabilidad sólo de maestros y maestras. Es demasiado cómodo e injusto mirar a otra parte y echar las culpas a los profesionales que se dedican a esta tarea. La educación es una labor difícil en la que intervienen muchos factores y muchos personajes: la familia, los medios de comunicación, los gobiernos, los pedagogos, la organización del trabajo, la distribución de la riqueza, las propuestas de ocio, los valores imperantes, etcétera.

Por eso, aunque con media hora no podamos solucionar el problema, por lo menos sí que nos gustaría hacer aquí un planteamiento claro y global.

Para eso están aquí, con nosotros, Gregorio Belmonte, Regidor de Educación del Ayuntamiento de Sant Adrià, Pilar Domínguez, Cap d’Estudis del CEIP Mediterrània y Rosa Maicas, co-responsable del Pla d’Entorn de la ciutat.

Hemos ido hablando relajadamente al entorno de diferentes temas:

. Modelo de educación diferente el que se da en la escuela y en la familia o la sociedad
Vivimos en el mundo en que vivimos; en nuestra sociedad impera el sentimiento extendido de que las normas sociales no es preciso obedecerlas.

Nuestros niños viven en un mundo donde es normal intentar engañar en la declaración de la renta, donde es normal aparcar en lugares donde no hay que aparcar, donde es normal circular más deprisa de lo que indica la señal, donde es normal solucionar los problemas no por el diálogo, sino por la agresividad, donde es normal, por no molestarse un poco tirar la porquería al suelo, donde el pícaro que se salta las normas y no lo pillan es el más listo. Parece ser que lo normal es pasar de las normas.
Si todos nosotros, los adultos, cuando nos interesa, nos creemos con derecho a
saltarnos las normas delante de los niños, ¿cómo pretendemos que los alumnos en el colegio cumplan las normas y les hagan caso a los maestros en clase?

. Falta de cultura del esfuerzo en los alumnos
Debemos luchar, cada día, contra la concepción de que se puede educar sin esfuerzo. El derecho a ser educados no es un derecho pasivo. Sólo es factible cuando va acompañado de la obligación de estudiar.

A veces los profesores se encuentran con alumnos desmotivados, que llegan a clase pasando mil de todo. Así, el fracaso está garantizado. Porque: La educación es un proceso activo y dinámico, donde alumnos y profesores (o padres e hijos) intercambian conocimientos, afectos y valores sociales, que sólo aprovecha al que lo hace, no al que mira pasivamente.

Tenemos derecho a acceder a unos servicios educativos de calidad. Y los tenemos, quizás como nunca los habíamos tenido. Pero, incluso con el plato puesto en la mesa en el mejor restaurante, sólo queda alimentado quien come, y, especialmente, quien digiere lo que ha comido.

Creo que no somos lo bastante conscientes de que el derecho a la educación
que no se convierte, por parte del usuario de ese derecho, en la obligación de estudiar, no sirve para nada
. Hoy en día la cultura del esfuerzo ha desaparecido de nuestro lenguaje.

. A la escuela se le piden cosas que no puede dar

Si la gente come mal, resulta que lo debe solucionar la escuela; si la gente bebe, fuma o se droga, la escuela tiene que enseñar a los niños todos esos peligros; si hay cambio climático, los maestros deben educar ecológicamente; si la sociedad es cada día más violenta, en la escuela se ha de enseñar a respetar a los demás; si cada día hay más emigrantes de otras culturas, la escuela ha de enseñar convivencia intercultural. Parece que todo, especialmente todo aquello que no tiene solución, debe solucionarlo la escuela. Y esto no crea más que frustración.

Hay una disfunción muy grande entre lo que la sociedad quisiera que se hiciese en la escuela y lo que la escuela debe o puede hacer. Los colegios no pueden ser la solución a la crisis de la familia, ni a las pocas horas que los padres dedican a sus hijos. La escuela no es el lugar en donde los chicos viven mientras sus padres trabajan. A menudo, de forma espontánea, buscamos en las escuelas la solución a los problemas que la sociedad no sabe resolver. Pero la cuestión es. ¿Cómo implicamos a los padres y a la sociedad en este proceso?

. Hay que mejorar las condiciones materiales en las aulas

Los chicos se pasan 30 horas semanales en las aulas y, por lo tanto, debemos empezar por cambiar lo que ocurre en ellas. Y esto no se puede hacer sin más medios económicos. Creemos que es necesario:

1. Una inversión en educación muy por encima de la actual: instalaciones, aulas, material y, sobre todo, el suficiente profesorado para poder dar clases en condiciones y poder atender al alumnado con dificultades. España es uno de los países ricos que menos invierte en educación.

2. Una revalorización social de la figura del maestro, que de punto de referencia positivo (como era antes) ha pasado a ser el último eslabón del proceso educativo. En este campo tienen mucho que decir y hacer los propios padres. Evidentemente que pueden discrepar de lo que hace un maestro; pero es una aberración que desprestigien a los maestros o incluso los insulten o les falten al respeto delante de los hijos. Eso contribuye seriamente a que los alumnos menosprecien a sus educadores. Y eso impide todo proceso educativo.

3. Mejorar pedagógicamente el trabajo en el aula. Para eso, hace falta una nueva y mejor formación inicial y permanente del profesorado, recursos pedagógicos y nuevas metodologías. Es necesaria una racionalización de los currículos, menos propuestas erráticas por parte de la Administración (sexta hora, planes múltiples, cambios de leyes constantes…), unos materiales didácticos adecuados, y tiempo suficiente para poder trabajar en equipo y reforzar la tutoría.

4. Una mejora de las relaciones humanas entre todos los protagonistas. Para ello, sería necesario que nuestros niños y jóvenes hubieran aprendido un mínimo de normas y de respeto por los adultos, estuvieran motivados para el estudio y presentaran menos problemas afectivos. Eso hace imprescindible unos horarios laborales que permitan a los padres atender a sus hijos, así como un mercado laboral que incentive la buena formación.